Somos finitos, pero eternos…
Suena paradójico, pero realmente no lo es.
Quiero agradecerte porque sin querer, e incluso sin darte
cuenta, me enseñaste que basta con que sólo algunos nos recuerden para saber
que hicimos un buen trabajo estando vivos, basta con que sólo algunos
inmortalicen un pedazo de nosotros para seguir siendo eternos después de la
muerte en aquel espacio que siempre expira.
Muchos no sabemos realmente si hay vida después de la
muerte, algunos lo creemos, otros se niegan a pensarlo, y a otros simplemente
no les importa. Pero sí descubrí contigo que existe una forma de ser eternos en
vida…
No es ese amor cliché del que suelo escribir, o del que a veces detesto siquiera pensar, por el cual se han escrito incontables canciones, libros y películas, divagando de él, de ese amor de pareja, de ese amor que finalmente siempre se pierde.
No es ese amor cliché del que suelo escribir, o del que a veces detesto siquiera pensar, por el cual se han escrito incontables canciones, libros y películas, divagando de él, de ese amor de pareja, de ese amor que finalmente siempre se pierde.
Esta vez se trata de aquel tipo de amor que es como un lápiz
en nuestro corazón, de esos lápices que ni el tiempo los puede borrar.
A veces quién escribe es un momento, a veces es un lugar
maravilloso que revolucionó tus ojos, y a veces… escribiste tú.
Quizás ya no te puedo tocar despierta, pero te llevaste mi
lápiz.
Este escrito es para mi amiga, una amiga que se quedó
conmigo toda la vida.